lunes, febrero 02, 2015

Incertidumbre preoperatoria (parte 2)

Es mentira que al despertar no te llega al menos el pensamiento que quizá sea la última vez que lo pudieras hacer. Son las 4:30am cuando el despertador suena y tengo que bañarme y arreglar mis cosas para salir al DF. Aún en este pueblo he visto que es muy deficiente en los servicios de salud, por eso tengo que ir a la capital sobre todo cuando se trata de una operación que involucre mi salud.

En el camino no me duermo, prefiero leer un cuento corto del libro en curso, una vez que salimos de Querétaro y el paisaje se torna más verde, menos agreste y más amigable a la vista escucho algo de Café Tacvba mientras alcanzo a apreciar que algunas de las flores silvestres de color violeta comienzan a salir a la orilla de la carretera. Mi novia me acompaña pero está dormida, solo la abrazo un poco para no despertarla mientras aprecio la vida mientras viajo en ese camión de primera clase, escucho rock pop y veo el paisaje.

La operación para el desvío del tabique de mi nariz es una operación sencilla y no debería preocuparme, sobre todo si careciera de los conocimientos de los posibles riesgos que puedan salir , lo malo que por las experiencias pasadas sé que cualquier operación puede involucrar el riesgo de perder mi vida. Son muchas variables involucradas;  una falla y si el doctor no está tan capacitado, puede desencadenar a finales fatales. La anestesia general te desconecta de este mundo y es algo que nunca lo había experimentado.

Llego al hospital, ya están esperando mis padres y eso me tranquiliza. Hago el alta con los datos del seguro y con mi papá para dar su nombre si algo pasa. Protocolos del hospital que uno no se imagina que pueden ser los que determinan acciones futuras mientras uno no esté ya en este mundo. El seguro que pago me permite que la cirugía se realice en un buen hospital. Al menos si mi trabajo es delicado y lleno de presión, que mi muerte se atienda con la posible descencia de buenos servicios médicos y no con jetas enojadas de enfermeras frustradas para los servicios públicos.

No tardaron ni 30min de que estuviera en la sala de espera cuando me llaman para subir al consultorio. No sé si es su protocolo pero lo hacen todo rápido como para no tener tiempo de decir “Hasta el rato” a la gente que te acompaña. Solo permiten a un familiar que te acompañe. Yo preferiría que fuera mi mamá, pero sé que si por cualquier cosa que salga mal, ella pudiera perder el control más fácilmente, además que creo que le debo más consideración a mi papá y por eso lo elijo para que él sea quien me acompañe.

Al subir a la sala de preparación, una cama con cajones y paredes muy estrechas me sofocan un poco, aún subí con mi mochila pensando que todavía había que hacer más trámites o firmas. Ya no fué necesario; entra una enfermera y me indica que vista la famosa bata de hospitalen la que hace que se te vea todo el trasero, quitándome toda la ropa y accesorios incluía la ropa interior aunque la operación sea de la nariz. El tiempo en ese momento pasa más rápido de lo normal, el ritual del despojo de mi ropa me es familiar y lo hago exacto como si fuera a nadar, pero cuando estoy en los calcetines la enfermera vuelve a entrar ya con el suero y la jeringa para comenzar la “canalización”.


Pido un minuto para ir la baño, sé que después de eso es más difícil hacer cualquier función por más básica que sea como ir al baño. Me colocan mi brazalete de identificación donde vienen mis datos personales y tipo de sangre; por mi vida en el DF sé que eso sirve por si hay un terremoto y si quedo atrapado, puedan identificar mi cuerpo. Cuando identifican la vena por la cual introducirán el catéter y finalmente sientes la aguja, es cuando sabes que es el principio de un pequeño calvario en el que te someterás, el primer dolor que sientes de una serie de muchos más que haras recordar que debe existir un Dios para sentir un poco de consuelo. Si esta operación va bien, no sentiré tanto esa necesidad de Fé y aún seguiré bromeando sobre el “jefazo”.

Me recuesto en una cama que la siento angosta (Já) y la enfermera se va a confirmar mi acceso a la sala de operaciones. Tomo mi celular y apenas me dá tiempo de poner lo que podría ser el último estatus en el Facebook indicando la ubicación del hospital dónde me encuentro:

“El Jefe me ha retado a otra partida de ajedrez; si gano otra vez, me castigará regresándome a este mundo como castigo, como cuando nací. Así que espero verlos al rato. ;-)”